Cuando era niño mi madre siempre me decía “Cuida tu testimonio,” así me estuviera dejando en
la escuela o en la casa de un amigo, este dicho servía para recordarme que siempre debía
portarme bien. Con el paso de los años ese dicho se ha convertido en una guía para mi vida; y mi
interpretación de este se ha vuelto aún más profunda. A pesar de que cuando era niño solo
significaba que no debía hacer nada de lo cual ni yo ni mis padres pudieran avergonzarse, hoy en
día simboliza vivir una vida digna de mi Dios. Mi testimonio simboliza mi andar cristiano,
evidencia el trabajo sobrenatural que Jesús ha hecho en mi vida, y es una de las herramientas de
evangelización más poderosas frente a un mundo herido que necesita un Salvador. Mi testimonio
es una manifestación de la imagen de Dios en mí, es mi intento de vivir como representante real
de mi Rey de este lado de la eternidad.
También he llegado a creer que, a pesar de que es un fundamento que se aplica en la vida de
individuos, también se puede aplicar a grupos, como por ejemplo negocios, organizaciones o
incluso instituciones religiosas. Cuando un individuo o institución no se rige por el principio de
“Cuida tu testimonio” se desvirtúa la integridad de su testimonio, y usualmente pierde su
legitimidad. Considero que esta es la crisis de la iglesia evangélica, que ha resultado en la
pérdida de credibilidad de la declaración profética de la Iglesia en la esfera pública hoy en día.
Ed Stetzer hace la observación de que “tentados por el poder y atrapados en una cultura de
guerra, muchos evangélicos han atado su destino a un hombre que no representa ni su fe ni su
visión de carácter político. Como resultado estamos presenciando como la iglesia evangélica está
bajo escrutinio.”[1]
Mi madre también solía decir “dime con quién andas y te diré quién eres.” El apóstol Pablo le
advirtió de manera similar, a la iglesia de Corinto “No se dejen engañar: «las malas compañías
corrompen las buenas costumbres»” [2]. La iglesia evangélica ha perdido el corazón de su
gente, en el desesperado intento de obtener poder, influencia, y control a través de la democracia
de US, y a la vez ha corrompido su testimonio público. A pesar de que no todos los evangélicos
se han involucrado en estas actividades, todos, colectivamente, llevamos el nombre y las
consecuencias junto con aquellos que si han participado. ¿Cómo podría la iglesia evangélica
rescatar su credibilidad para convertirse, una vez más, en el agente de cambio en la consciencia
americana y en la esfera pública? Creo que la respuesta se encuentra en una teología publica de
arrepentimiento.
La realidad que debemos afrontar al decir “cuida tu testimonio” es que a pesar de que siempre
busquemos honrar a Dios con nuestras vidas, muchas veces fallamos y no logramos alcanzar el
llamado que Dios tiene para nosotros. De igual manera, así como cada individuo peca de vez en
cuando, las instituciones religiosas también, al estar conformadas por individuos, pueden fallar.
Por eso mi iglesia pentecostal me enseñó que el altar de la iglesia siempre está disponible para
cualquier persona que esté dispuesta a arrepentirse de sus pecados y que Jesús los espera en ese
lugar sagrado para renovarles y restaurarles una vez más. La seguridad de nuestro testimonio se
encuentra en nuestra deficiencia y no en nuestra perfección.
La decisión de cada individuo de arrepentirse de sus pecados es un elemento central del mensaje
del evangelio, es un paso necesario hacia la transformación del corazón humano. Esta decisión,
de forma colectiva, sirve como el inicio del proceso de cambio sistemático e institucional, lo que
puede entenderse teológicamente como un tipo de “santificación social”. La adopción, por parte
de la iglesia evangélica, de una teología de arrepentimiento tiene el potencial de restaurar la
integridad del testimonio público, ya que estaría demostrando vivir en concordancia con el
mensaje que proclama: “El reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas
nuevas!” [3]
Me imagino que algunos cristianos no estarán muy convencidos de que reconocer sus pecados,
con una actitud de humildad, no sea algo contraproducente para el testimonio de la iglesia
evangélica en el mundo; ya que se supone que la iglesia debe reflejar el reino de Dios,
diferenciándose del mundo, siendo santificada. Por esto, algunos pensarán que admitir cualquier
tipo de falta mancharía su carácter, pero estoy convencido de que no hay acto más cristiano que
el arrepentirse, ya sea individual o colectivamente. De hecho, la mayoría de la Biblia habla de un
Dios amoroso que incansablemente invita a un pueblo rebelde a arrepentirse de sus caminos
pecaminosos. Además, si la iglesia no es el modelo del mensaje central del reino de Dios en este
mundo ¿cómo podemos esperar que el mundo aprenda lo que significa arrepentirse de sus
pecados y creer en Jesucristo?
Por lo tanto, la respuesta más cristiana que la iglesia evangélica puede practicar para cuidar su
testimonio y la credibilidad del mensaje del evangelio que proclama, es el arrepentimiento. La
iglesia evangélica debe arrepentirse por haber puesto su esperanza en un falso mesías y en
partidos políticos, por ignorar y reprimir el llanto de las comunidades de las minorías negras y
morenas, y por acompañar a la supremacía blanca y apoyar a sus líderes, como se demostró en la
insurrección en contra del Capitolio. Al acoger una teología pública de arrepentimiento, la iglesia
evangélica tendrá la oportunidad de demostrarle al mundo lo que significa arrepentirse de
pecados, e incluso podrá enseñarle al mundo como reconocer y lidiar con sus propios males
históricos a través del mensaje de Cristo “Arrepiéntanse y crean.” Al hacer eso, la iglesia
evangélica estaría creando espacio para que el Espíritu Santo renueve la credibilidad del mensaje
cristiano, restaure el testimonio de la iglesia evangélica y permita que el mensaje del evangelio
produzca una transformación espiritual y un cambio social.
El pueblo de Israel nos demostró esto directamente, ya que ellos sabían que su arrepentimiento
público traería una transformación social y espiritual en sus comunidades. Solamente los reyes
rectos y justos de Israel fueron lo suficientemente valientes para reconocer y responder
adecuadamente ante la condición pecaminosa de Israel, removiendo los lugares altos,
destruyendo los ídolos, limpiando el templo y reestableciendo su relación y pacto con Dios. A su
vez, esto resultó en la restauración de su comunidad y en bendiciones para su nación. El
arrepentimiento que se obtiene al purificarse de toda maldad, proclamar la fe a través de la
renovación del pacto y relación con Dios, en conjunto con el mensaje de Cristo de “arrepentirse
y creer” son características imperecederas de lo que significa ser una comunidad cristiana. Si la
iglesia evangélica recibe el llamado de “humillarse y orar, buscar el rostro del Señor y abandonar
su mala conducta” [4] es posible que ese sea el momento en que el mundo crea que el mensaje del
evangelio que la iglesia proclama sea realmente buenas noticias.
DANIEL MONTAÑEZ
Daniel Montañez nació en Visalia, California. Su madre es mexicana y su padre es puertorriqueño. Actualmente estudia para obtener su doctorado en la Universidad de Boston en el área de Teología, Ética y Filosofía, a su vez, es instructor adjunto del programa de Ministerios Globales y Latinos en el Seminario Teológico Gordon-Conwell.
Es el fundador y director de Mygration Christian Conference, una organización sin fines de lucro que busca explorar el corazón de Dios a través de las historias sobre migración de la Biblia. Daniel también es el director nacional de la Iniciativa para Crisis Migratorias de la Iglesia de Dios, ministerio que se encarga de capacitar a los líderes de la iglesia con herramientas bíblicas, pastorales y ministeriales, para responder de forma positiva y proactiva ante la crisis que enfrentan nuestras comunidades de inmigrantes en los Estados Unidos. Daniel está comprometido con el servicio a la comunidad Latina en lo que respecta a la Iglesia, el mundo académico y la esfera pública.