Este artículo fue escrito por una de nuestras estudiantes, representando el trabajo que está realizando al interactuar teológicamente con su identidad cultural. Estamos muy emocionados de poder ofrecer una plataforma para que nuestras voces jóvenes puedan seguir desarrollándose, ya que estas voces son las que van moldeando la trayectoria que la iglesia mestiza está recorriendo. -Los Editores
Desde muy temprana edad sentí el llamado al ministerio aun sin saber lo que eso significaba. Esperando poder clarificar ese llamado, me mudé de Costa Rica a Estados Unidos para estudiar en un Instituto Bíblico. De todas las ideas que me pasaron por la mente sobre lo que sería para mí estar en un ministerio, ser una teóloga no era una de ellas; principalmente porque nunca había escuchado de latinos en teología. Hasta este momento de mi vida, los únicos teólogos de los que había oído eran estadounidenses o europeos, por eso, subconscientemente, había dado por hecho que ellos eran las únicas personas con algo importante que decir y compartir en esa área. Durante mi primer semestre, uno de los profesores dijo frente a un grupo de estudiantes latinos, entre los cuales me encontraba yo, que los teólogos latinos no estaban aportando nada a lo que la gente blanca ya ha dicho, en ese momento sentí que no tenía más opción que creerle. Luego, gracias a mi clase de “El cristianismo y la cultura occidental” me encontré con el libro The Story of Christianity (La historia del cristianismo) de Justo González. En una reunión en la que expresé lo sorprendida y alegre que me sentí al ver un nombre latino en la lista de autores para leer ese semestre, mi profesor, quien sin ser latino, fue la primera persona que me habló del valor inmenso de la voz de los latinos en la teología; ese profesor me motivó a hallar mi propia voz dentro del legado de mi gente y me recomendó que comenzara esa búsqueda leyendo el libro “Mañana” de González.
“Mañana” fue escrito en inglés, pero el contenido teológico estaba en un idioma que yo pude entender con más profundidad y no solamente a nivel cognitivo; esta teología tenía sabor latino. Después de estudiar por dos años en un instituto bíblico, ya no estaba segura de si quería seguir siendo cristiana o no. Podía entender el inglés perfectamente, pero aún así estaba en clases, aprendiendo acerca de Dios en un idioma extranjero que no podía comprender; el idioma teológico centralizado en la cultura europea y estadounidense solo me estaba ofreciendo dicotomías y categorías muy organizadas que no concordaban con la fe que había heredado de mi cultura, una fe que no encaja en ninguno de los extremos de los debates entre complementarismo e igualitarismo, o entre arminianos y calvinistas. Lograr restaurar mi fe implicaba volver a mi hogar teológico, sentarme con mis predecesores y ancestros para descubrir el rico manantial de teología que la comunidad latina tiene para ofrecer.
Mañana fue el punto de partida en mi recorrido de regreso a mi hogar teológico. Para mi sorpresa, la siguiente parada en este peregrinaje fue indagar en las raíces católicas de la iglesia cristiana en latinoamérica (un lugar muy inesperado para comenzar el recorrido, siendo evangélica). Me tocó luchar con el rol de la iglesia en la colonización y el dolor que mis ancestros españoles infligieron en mis ancestros indígenas, todo en el nombre de Cristo y con esto descubrí la segunda iglesia que se formó poco después de la llegada de los colonizadores. En el siglo 16, esta segunda iglesia fue liderada por personas como Antonio de Montesinos y Bartolomé de las Casas, estos misioneros españoles dedicaron sus vidas al verdadero evangelio, ese que protegía la dignidad de los pueblos indígenas incluso cuando eso significaba que ellos iban a ser perseguidos y rechazados por la iglesia de los poderosos. En el siglo siguiente la mestiza Sor Juana Inés de la Cruz invirtió su vida en educarse a sí misma en las areas de teología, filosofía y literatura, entre otras, convirtiéndose en la primera “feminista latina intelectual y teóloga de las americas.”[1] Unos años antes de su muerte, la iglesia de los poderosos obligó a Sor Juana a escribir un comunicado de arrepentimiento por sus opiniones y no conformes con esto, al sentirse tan amenazados por las verdades que ella hablaba, también reprimieron sus obras y escritos por trescientos años.[2]
Más tarde, en el siglo 20, nos encontramos con el nacimiento de la teología de la liberación en 1968; este movimiento que se ha extendido y adaptado a contextos fuera de latinoamérica tiene como eje hermenéutico la perspectiva de los pobres, es decir, la teología de la liberación se preocupa por proveer respuestas teológicas y pastorales a los problemas relacionados con la injusticia y la opresión que atormentan a nuestro mundo. La teología de la liberación se enfoca profundamente en las dimensiones históricas de la salvación, en cómo la salvación de Cristo se refleja en nuestra realidad actual, a través de la liberación tangible en el presente.
La siguiente parada en mi recorrido fue una puerta abierta hacia un movimiento dentro de la iglesia evangélica, la tradición cristiana a la que llamo mi hogar. La Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), se fundó en los años setenta, enfocándose en aspectos similares a los de la teología de la liberación pero desde una perspectiva evangélica. La teóloga Ruth Padilla DeBorst explica que los fundadores de la FTL “eran personas que se abocaron a mantenerse fieles a las Escrituras sin dejar de encarnar la realidad sociopolítica en latinoamérica.”[3] La FTL propuso una visión de misión integral (una misión holística), una práctica que busca “integrar la proclamación del reino de Dios y su justicia con la demostración histórica de su presencia a través de las acciones que el pueblo de Dios ha llevado a cabo”.[4] De esta manera, la misión integral ofrece un paradigma que trasciende la falsa dicotomía entre la proclamación del evangelio y el procurar obtener justicia y liberación para todos los pueblos.
Uno de los retos que encontré durante mi primer año estudiando teología en un idioma diferente fue tener que enfrentarme con el reiterado mensaje que recibí de varios profesores, quienes creían que la teología pura y verdadera no es influenciada y ni siquiera está relacionada con las experiencias de la vida; es decir, estos profesores afirman que existe la teología “universal”, mientras que la teología que toma en cuenta las vivencias de las personas, son consideradas teologías “contextuales”. Justo González explica que esta forma de pensar implica que “la teología masculina del atlántico norte se toma como central, la base, la teología ‘universal’ a la cual las mujeres, otras minorías, y personas de iglesias más jóvenes sólo podrían añadir breves notas a pie de página”. Gonzáles agrega también que “los teólogos blancos ejercen teología general, mientras que los teólogos negros ejercen la teologia negra; así mismo, los hombres ejercen teología general mientras que las mujeres ejercen la teologia determinada su sexo”.[5] En mi recorrido de regreso a mi hogar teológico, descubrí que los teólogos latinos reconocen que, sin duda alguna, toda teología es contextual, y también, que ellos procuran ser fieles al honrar sus contextos al producir teología que provenga de y sea relevante para estos.
Padilla DeBorst propone que los evangélicos radicales de la FTL “...reconocían la necesidad de diferenciar entre el contexto bíblico y el ropaje anglosajón, en el cual la versión noratlántica del evangelio fue empaquetada y exportada al resto del mundo”.[6] El camino que tuve que recorrer para recuperar mi fe me llevó a evaluar el ropaje anglosajón al que estuve tratando de ajustarme. Este proceso de evaluación fue la segunda de tres conversiones que Orlando Costas identificó en su propio recorrido espiritual. La primera conversión que tuvo Costas fue cuando por primera vez aceptó a Cristo como su salvador, la segunda fue cuando él redescubrió las raíces de su cultura latina, y la tercera fue cuando fue “convertido hacia al mundo”, esta experiencia lo llevó a convertirse en un vocero a favor de la justicia y comenzar sus esfuerzos por desarrollar una teología integral que tome en cuenta la necesidad de estas tres conversiones.[7] Mi tercera conversión comenzó cuando encontré mi llamado a practicar la teología académicamente; encontré mi hogar en el legado de los latinos que habían estado ejerciendo teología por más de 500 años, y siento que es mi humilde honor poder ser parte de esta “gran nube de testigos” que incluyen desde De las Casas y Sor Juana hasta Ruth Padilla y la FTL. He decidido que no me voy a desgastar tratando de formular una teología supuestamente universal que se comunique en un idioma que no puedo comprender, en lugar de eso me voy a dedicar a una teología contextual, específicamente costarricense, una teología con sabor latino, de esa teología que los latinos ya vienen desarrollando desde hace rato.
WENDY CORDERO RUGAMA
Wendy Cordero Rugama es una estudiante de teología costarricense y la Diseñadora de Contenido Educativo de World Outspoken. Recientemente, Wendy finalizó su licenciatura recientemente y espera continuar su formación académica en un seminario. Vivir en EEUU la ha llevado a reflexionar más profundamente sobre temas relacionados con raza, género y la identidad latina. A Wendy le apasiona estudiar la intersección entre la teología y las ciencias sociales, considerando como la teología afecta todas las áreas de nuestras vidas. Su meta es convertirse en profesora de teología y de esa manera, construir puentes entre la academia y la iglesia invitando a los estudiantes a practicar teología encarnada en sus contextos locales.
CITAS
[1] Chao Romero, Robert. Brown Church: Five Centuries of Latina/o Social Justice, Theology, and Identity. IVP Academic, 2020. 97
[2] ibídem. 97
[3] Padilla DeBorst, Ruth. Integral Mission Formation in Abya Yala (Latin America): A Study of the Centro de Estudios Teologícos Interdisciplinarios (1982-2002) and Radical Evangélicos, 2016. Boston University, PhD dissertation. 29
[4] Padilla, René qtd in Padilla DeBorst. 54
[5] González, Justo L. Mañana: Theology from a Hispanic Perspective. Abington Press, 1990. 52
[6] Padilla DeBorst. 45
[7] Escobar, Samuel. “The Legacy of Orlando Costas.” International Bulletin of Missionary Research, 2001. 50.
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