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La clase media en EE.UU tiene ya varios años enfrentando una crisis de identidad.
La edición de marzo del 2018 de National Geographic incluye un artículo de Michele Norris titulado, “Conforme EE.UU va cambiando, algunas ansiosas personas blancas se sienten dejadas atrás”, con el subtítulo: “los cambios demográficos que están ocurriendo por todo el país, incrementan los miedos de que la cultura y la posición (blancas) esten bajo ataque”. La historia se desarrolla en Hazleton, Pensilvania, una antigua ciudad minera de carbón transformada por la llegada de muchos latinoamericanos, específicamente afrolatinos del Caribe. Los residentes blancos (siendo ellos mismos hijos de inmigrantes europeos) le comentaron a Norris en repetidas ocasiones que se sentían “superados en número”. Ella describe como los residentes blancos ya no participan en las festividades de otoño porque “se había vuelto atemorizante, muy incómodo...muy negro”. Los Hazletonianos blancos sentían, probablemente por primera vez, el choque cultural que ha marcado la situación en los espacios fronterizos de EE.UU. por más de un siglo. La reacción de ellos ante esta colisión es sorprendentemente defensiva:
“Con el cambio de la demografía de Hazleton y el persistente declive de la economía, la comunidad comenzó a verse a sí misma como blanca. La ciudad ha reafirmado su identidad como blanca”.[1]
Las realidades de los espacios fronterizos en EE.UU. ya no están limitadas solamente a las fronteras físicas del país, y la crisis de identidad que está ocurriendo en Hazelton ejemplifica una reacción muy común. Esta crisis, y los miedos derivados de esta, marcan los debates que abarcan ampliamente temas sobre justicia racial y el papel que juega la iglesia evangélica; y plantea preguntas sobre quiénes son los estadounidenses, qué cosas se deben conservar a medida que cambian las cosas Pocos líderes evangélicos están abordando el tema de la identidad, el cual es inherente a las tensiones crecientes de pueblos como Hazelton. Casi ningún líder evangélico se pregunta si una identidad comunitaria que no sea blanca, podría ayudar a las congregaciones a lograr la paz entre vecinos. Irónicamente, la misma gente que está generando sospechas en Hazelton con tan solo su presencia, son las que han producido una categoría teológica y una identidad, la cual podría ayudarnos a imaginar esta paz. Los teólogos latinoamericanos de EE.UU han reinventado el significado de una etiqueta racista y al hacer esto, han podido crear una buena herramienta para usarla bajo la guía del Espíritu. Este artículo investiga el uso que los latinoamericanos estadounidenses le han dado a la identidad “mestiza y mestizo” como herramienta para resolver la crisis y conseguir la paz.[2]
UN BREVE RECUENTO DE LA HISTORIA DEL “MESTIZAJE”
Durante la colonización del Caribe y Latinoamérica, los españoles desarrollaron un sistema de clasificación racial con el propósito de reafirmar su superioridad. Estas categorías raciales, sancionadas y perpetuadas por la iglesia, se convirtieron en el orden jerárquico de las colonias españolas. Aquellos que eran considerados “blancos” poseían todos los derechos y privilegios de un ciudadano colonial. Este sistema español incluía 14-20 clasificaciones oficiales de mezclas raciales para distinguir entre la mayor y la menor “blancura” y determinaba la cantidad de derechos y privilegios que le correspondía a cada grupo respectivamente. Estas categorías raciales eran fluidas pero determinadas por el fenotipo (es decir el color de piel, el tipo de cabello, etc). Algunas personas lograron mejorar su estatus acumulando riquezas, haciéndose sacerdotes, o ganando una posición en el gobierno, y recibían así, certificados de pureza racial una vez que lograban llegar al estatus de “blanco”.
Mestiza/o era una de las clasificaciones oficiales existentes en las colonias españolas. Esta era la categoría atribuida a las personas que tenían sangre indígena y española.. Esta categoría se convertiría luego en la identidad más utilizada en muchos países latinoamericanos para auto designarse, al tratar de establecer la propia identidad nacional de sus pueblos. México, por ejemplo, bajo la guía de filósofos y políticos como Jose Vasconcelos, intentó alentar (muchas veces a la fuerza) la mezcla entre la gente africana e indigena que se encontraban en el territorio, para que pudieran ser todos un pueblo mestizo. Cuba, Colombia, Brasil, y otros países pasaron por un proceso similar de blanqueamiento, justificado por la lógica del mejoramiento de la raza.[3] El propósito de estos procesos era acercar a la gente al ideal de la escala racial; es decir, convertirlos en blancos.
En 1960, pastores, poetas, activistas y teólogos latinos en los territorios fronterizos de EE.UU comenzaron a utilizar la palabra mestizo/ mestiza, apropiándose de ella para describir la experiencia de la diáspora latina. Lo que quiere decir que ahora el término describe la tensión bicultural de los latinos nacidos en la frontera, aquellos que sentían que no eran completamente ni de EE.UU ni del país de sus padres. Estos latinos sentían que pertenecían a ambos y a ninguno al mismo tiempo; como diría un escritor, ellos eran personas viviendo “entre mundos”. Estos mestizos fronterizos cometieron errores al adoptar un término como ese para sus propósitos; sin embargo, su uso revela una manera de imaginarnos la pertenencia, lo cual puede ser útil para la iglesia. He aquí tres formas en las que la identidad mestiza puede ayudar a mejorar el testimonio de la iglesia frente a un EE.UU. que se encuentra en crisis.
1) Rechazar el mito de la pureza
La palabra mestizo, de por sí, implica impureza. Los mestizos son el resultado de la colonización de España y la expansión del imperio estadounidense. La primera, generó un grupo de personas con una herencia genética literalmente mezclada, mientras que la segunda creó las circunstancias en las cuales el individuo ya mixto experimentó una segunda mezcla cultural, teológica y racial. Gloria Anzaldúa diría que esta segunda mezcla es el resultado de un “choque” que ha creado una discordancia para los mestizos. Esta discordancia, que Anzaldúa llama “la conciencia mestiza”, resalta un contraste muy marcado ante “la teoría de la raza aria pura, y a las políticas de pureza racial puestas en práctica por la gente blanca en EE.UU”.[4] Ya que una persona mestiza debe actuar dentro de estos lugares que ni la aceptan, ni la incluyen por completo, puede manejar mejor la ambigüedad y desarrolla tolerancia a las contradicciones. Los mestizos han aprendido a participar como un casi exiliado dentro de mundos cargados de conflictos. Es decir, los mestizos no están interesados en los argumentos de objetividad y pureza que los blancos utilizan para protegerse y aislarse de los demás.
Por ejemplo, la forma en la que los hazeltonianos, al ratificar su nivel de blancura han motivado a sus residentes a aislarse; huyendo de lo que no pueden entender. Estas personas buscan mantener la “pureza” de lo que ellos consideran que Hazelton debería ser. Ellos acusan a sus vecinos afrolatinos de estar distorsionando, deformando, y rompiendo la esencia del pueblo. Anzaldúa demuestra lo irracional que es este mito de pureza; con sus ideas incita a los hamiltonianos a verse a sí mismos como resultado de la impura mezcla creada por su colisión entre nuevas tierras, y el exilio de sus viejas raíces europeas. Sus tradiciones no son más ciertas, buenas o hermosas; tanto los “blancos” como los que no lo son existen como parte del resultado impuro de una historia violenta, mezclas originadas por los imperios.
2) Aceptar una historia que no está exenta de pecado
La complejidad revelada en la identidad mestiza hace eco a una verdad afirmada por la Iglesia hace mucho tiempo: “ningún humano es puro e inocente” (Romanos 3:23). Entender el nivel de “blancura” como una declaración de pureza, crea una versión inocente de la historia, una que reafirma esa pureza. La supremacía blanca parte de la idea de inocencia y no de culpa; equiparando así la pureza racial con la pureza moral. Este concepto comenzó cuando la iglesia respaldó los arreglos raciales en las colonias, y en muchos aspectos aún persiste hoy en día. Esta estrategia de autodefensa sólo es posible a través de un “olvido organizado” - “la omisión intencional y repetitiva de ciertos hechos, historias y objetos, y la exposición de otros hechos, historias, y objetos (con los cuales) las comunidades se forman a sí mismas reconociendo ciertas cosas y obviando o olvidando otras”. Cualquier intento de desvincularse del racismo histórico (y actual) está sujeto a este tipo de olvido. La normalización del olvido es lo que hace posible que los “blancos” se sientan inocentes ante el sistema racial. Ellos, sencillamente, desconocen lo que no conocen. Una vez más, la supremacía blanca se aparta de la sana doctrina, mientras que la identidad mestiza ofrece una corrección.
El teólogo e historiador eclesiástico Justo González escribe lo siguiente con respecto a los hispanos y su historia heredada:
Nuestros antepasados españoles robaron las tierras de nuestros antepasados indígenas (nativos). Algunos de nuestros antepasados (nativos) practicaban sacrificios humanos y canibalismo, mientras que algunos de nuestros ancestros españoles violaron a nuestras madres (nativas). Además de eso, algunos de nuestros ancestros (nativos) traicionaron a su gente en favor de los invasores. Nuestra historia no es linda; pero es más real que la historia que afirma que los colonizadores blancos llegaron a esta tierra sólo con buenas intenciones, y que cualquier abuso que infligieron en contra de los habitantes nativos fue una excepción, y no la regla. Es una historia que también da como resultado una identidad dolorosa.[5]
Anzaldúa ahonda aún más en el razonamiento del doctor Gonzáles. En un mundo marcado profundamente por el conflicto, Anzaldúa creía que los mestizos podían servir como mediadores, ya que la conciencia mestiza “sirve como una forma de crítica propia”.[6] Anzaldúa se oponía a la simplificación de los conflictos de dos agentes, viendo a un grupo como opresores y al otro como los oprimidos. Ella creía que “nadie está exento de contribuir a la opresión en contextos limitados”.[7] Estos académicos hacen eco de las verdades de las Escrituras. La iglesia histórica reconoce que no está por encima de la culpa y la maldad de este mundo violento. La identidad del pueblo de Dios siempre es simul justus et peccator (simultáneamente justa y pecadora). Al confesar la carencia de inocencia, los cristianos se involucran en el ministerio de forma diferente.
3) Revertir la escala (La vida en el medio)
Los mestizos deben tomar una decisión: a) tratar de subir de nivel en la escala para alcanzar la blancura, o b) adoptar el papel de mediadores y embajadores buscando obtener justicia para todos aquellos que han sido afectados negativamente por la escala. Si el doctor González está en lo correcto al decir que la identidad mestiza es una “identidad dolorosa” marcada por la culpa heredada, esto debe incluir las formas en las que los mestizos han procurado subir en la escala para acercarse lo más posible a la blancura. Por supuesto que la historia mestiza no se termina con los antiguos ancestros. Esos programas de blanqueamiento implementados para crear mestizos, son ejemplo de cómo los latinos perpetuaron el racismo. Por otro lado, al formarse e informarse a través de la teología, el mestizaje ofrece una visión de ministerio rica en conexiones con el evangelio. Esta visión comienza con la completa rebelión en contra de la jerarquía racial; es decir, comienza con rechazar la invitación de la supremacía blanca a dar un trato preferencial a los más poderosos (Santiago 2:1-13). Por el contrario, los mestizos están invitados a tomar el enfoque misionero de Dios hacia los pobres.
Los mestizos que dan prioridad a aquellos afectados por la injusticia racial también abordan sus métodos ministeriales con una profunda humildad, son capaces de reconocer, en sus trabajos, su propia impureza y su culpabilidad; son conscientes del riesgo real de contradecirse a sí mismos. Estas tres lecciones le dan a la iglesia una base para saber cómo abordar la crisis de identidad que envenena a pueblos como Hazelton. El rechazar esta jerarquía racial significa recordar la culpa colectiva, reconocer la impureza compartida, y priorizar la escala revertida
“Es precisamente en el caminar de Jesús que los mestizos encuentran su misión: en el crear. Esto es lo que causa emoción y al mismo tiempo representa el obstáculo más grande. Puede que Dios haya creado el mundo en siete días, pero crear una nueva humanidad, una nueva cultura, requiere de muchas generaciones; no es algo que se pueda legislar; es algo que debe desarrollarse gradualmente a través de los esfuerzos de los poetas, los artistas, y los pensadores…” aquellos que crean cultura.[8]
ACERCA DE EMANUEL (RICKY) PADILLA
Emanuel Padilla es presidente de World Outspoken, un ministerio que prepara a la iglesia mestiza para el cambio cultural. Emanuel está comprometido a servir a los cristianos biculturales que enfrentan preguntas de identidad, cultura y teología. También sirve en The Brook, una iglesia en el lado noroeste de Chicago, junto con su esposa Kelly.
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Traducido por: Roselyn Vásquez
CITAS
[1] Jamie Longazel, profesor de Justicia Criminal en la universidad John Jay College en la ciudad de Nueva York, citado por Norris.
[2] Las palabras “mestiza, mestizo, mestizaje” y sus demás variantes poseen significados particulares en varios países de América Latina. En este artículo nos enfocamos en el uso especifico que los Latinoamericanos en EE.UU le dan a esta palabra y sus derivados.
[3] Ver el documental de PBS Black in Latin America (2011) para obtener más información sobre el programa político del cruce de razas.
[4] Gloria Anzaldúa, Norma Cantú, y Aída Hurtado, Borderlands / La Frontera: The New Mestiza, 4ta edición (San Francisco: Aunt Lute Books, 2012), p. 99.
[5] Justo L. González, Mañana: Christian Theology from a Hispanic Perspective (Abingdon Press, 2010), p. 40. Como punto de observación es importante notar que al referirse a la “carencia de inocencia” o culpabilidad, Gonzáles excluye comentarios sobre la herencia hispana. Se podría decir que Gonzáles es culpable de excluir la historia africana en sus recuentos históricos, y al hacer esto, él también carece de inocencia en esta área debido a esta omisión
[6] Néstor Medina y Nstor Medina, Mestizaje: Remapping Race, Culture, and Faith in Latina/O Catholicism (Maryknoll, N.Y: Orbis Books, 2009), p. 25.
[7] Anzaldúa, Cantú, y Hurtado, Borderlands / La Frontera, p. 8.
[8] Virgilio Elizondo, Davíd Carrasco, y Sandra Cisneros, The Future Is Mestizo: Life Where Cultures Meet, Edición revisada (Boulder, Colo: University Press of Colorado, 2000).
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